Contraseñas

NUNCA REVELE SU CONTRASEÑA A UN DESCONOCIDO

...Ni tampoco a su hijo de 10 años. No al del desconocido, sino al suyo propio.

Para aclararnos (y permita que le tutee en adelante),

NO REVELES TU CONTRASEÑA A TU HIJO.

Hugo, como buen chavalín, está fascinado por los secretos y los misterios. Al navegar por internet y frecuentar cibers donde tiene cuenta de usuario, está familiarizado con el uso de contraseñas. Y cuando se trata de LA SUYA, todo sigilo es poco. Pero, como podéis imaginar, la mía es otra historia.

Todo empezó cuando se dio cuenta de que en los cajeros hay que teclear un "Código Secreto".

Wow. Mi madre tiene un código secreto, como los espías.
Como entre mi hijo y yo se supone que no hay secretos, me empezó a pedir que le dijera mi código y que no se lo diría a nadie, ¿O es que no confías en mí? :·/

Cada vez que me acercaba al cajero, me susurraba el código por si se me había olvidado, o -mejor aún- lo tecleaba él sin darse cuenta de que iba diciendo por lo bajini los números.

La cosa fue en aumento al empezar a tener cuentas de usuario en los cibers: Ahora él también podía elegir contraseñas secretas, y durante meses la favorita era la que siempre había utilizado cuando jugaba a espías. Ahora hace un tiempo que ha cambiado de contraseña (supongo que se la dijo a demasiada gente) y como duda de la ortografía de dicha palabra, a menudo me tiene que pedir que se la teclee yo.

Y si yo sé su contraseña, ¿por qué no puede saber él la que tengo yo? Ayer se puso a reivindicar el derecho a saber mi contraseña, en nuestro ciber habitual, y como estaba castigado a sentarse a mi lado mientras yo me miraba un e-mail que había entrado a comprobar... no paraba.

Dímelo al oído / Ya la sabes / No, no me acuerdo / Te la digo en casa / No, ahora

hasta que al final le dije en un susurro:

Jamón Serrano.

No me creía, no creía que pudiera ser ésa mi contraseña (o no le sonaba, porque en teoría ya la sabía de otros días) y yo le iba contestando con una sonrisa que cómo no podía ser, con lo que me justa el jamón.

Entre risas y mosqueos, acabamos discutiendo en voz alta si era o no ésa mi contraseña, la gente partiéndose de risa, él intentando usar mi cuenta en otro pc cuando me desconecté (que no soy tonta...) y acabé por ceder y decirle al oído cuál era la auténtica (hay que mantener el aura de espionaje y misterio) al salir del ciber.

Como tampoco se lo acababa de creer, corrió a comprobarla mientras le esperaba en la calle y salió ufano, sabiendo que en el fondo sigo confiando en él. A pesar de no merecerlo, como me confesó él al saludarle una hora antes :O

A partir de entonces, durante el resto de la noche cada vez que quería que se callara o no quería contestarle alguna pregunta, mi respuesta fue siempre la misma: JAMÓN SERRANO. Se convirtió en parte del castigo... junto al dinero requisado (qué bien va requisar dinero a final de mes) hasta dentro de diez días, y a la obligación de escribirme una carta explicando lo que ha pasado, por qué no merece que le haga más favores en diez días y cómo espera solucionar el problema. Es que cuesta pensarse un castigo que se pueda cumplir... y no vale decir algo y luego olvidarlo :-P

Hoy me siento marxista