...Como decía la canción.
Yo tengo la costumbre de mirar a los ojos, tanto a la gente con la que hablo como a la que me cruzo por la calle, los que comparten vagón de metro conmigo... Y en este mundo tan gris y anodino en que vivo, parece ser que mirar a alguien a los ojos es señal de que o quieres rollo, o te estás burlando de ellos, o estás pirado. O las tres cosas a la vez.
Sí que he conseguido sembrar sonrisas irónicas de complicidad más de una vez, o incluso he llegado a charlar con alguien gracias a entendernos con la mirada y un par de gestos. Pero casi siempre me sirve sólo para que me ataquen los freaks, ya que no suelo desviar la mirada ni cuando me proponen leerme la mano ni cuando me preguntan si sé cómo llegar a Huelva desde esa estación de metro (hace unas semanas).
Esta mañana, cuando venía de dejar a mi hijo en el cole y estaba a punto de entrar en los Ferrocarriles Catalanes, un chaval me quería vender unos kleenex. Como en vez de mirar al suelo y apretar el paso, cogiendo el bolso con las dos manos, le sonreí al decir que no, el diálogo fue el siguiente:
Hola, guapa, ¿me compras unos pañuelos? es la voluntad sólo
No, lo siento.
(Cogiéndome del brazo) Oye, que no te voy a hacer nada, no te vayas, es que te quiero contar una cosa
(todavía sonriendo) Tengo prisa, en serio
Es que yo no soy un chico, soy una chica, soy transexual(*)Y yo soy madre soltera, y llevo diez meses en el paro
Pues te acepto un café con leche y hablamos, yo lo que quiero es que me acepten así, como soy
No llevo dinero, sólo unos dos euros y los necesito.
Pues si estás sola, adóptame como hermanaXDDD Oye, igual nos vemos en otro momento y nos tomamos ese café
Pero yo lo que quiero es que entiendas que soy una mujerNo, al principio me querías vender estos pañuelos
No, si yo lo que quiero es que aceptes que lleve medias, como túLlegados a este punto, calculando que había perdido ya el ferrocata de Tibidabo y tendría que correr a pillar el siguiente, no quería seguir con su rollo, pero a la vez tuve la certeza que, de haber llevado pasta encima y haber tenido tiempo, invitaba a esta mujer a tomar café. Además, todavía no me había soltado el brazo, aunque no me cogía fuerte sino como un crío cuando quiere que le hagan caso.
Oye, mira. En serio. Si nos vemos otro día, y tengo tiempo, hablamos, ¿vale? Tú me cuentas y yo te cuento.
Y, dicho esto, logré desenredarme y salir pitando a por el ferrocata. Llegué juuusssssto, sin tiempo para el café.
(*)Sí que tenía aspecto algo afeminado, pero mucho menos que muchos amigos míos, y si bien es posible que sí se sintiera mujer, su actitud me parecía más friki que auténtica. Vamos, que comparad@ con Alma y con Alba, dos transexuales que conocí bastante (y, pese a los nombres, no se conocían entre sí) , el de los pañuelos era un camionero.