24.10.04

Arrabal.

Estoy leyendo, poco a poco para no mezclar demasiado una con otra, las primeras obras teatrales de Arrabal. De hecho, el primero en mezclarlas es él mismo: en el último acto de una de las obras, salen tres personajes discutiendo cómo habían sido exactamente los últimos hechos... ¡para ir mezclando al menos tres piezas en sus explicaciones!

Pero bueno, decía: estoy leyendo poco a poco varias obras del 'primer teatro' de Arrabal. Antes del Movimiento Pánico y similares. Sus personajes son a veces crispantes, a veces mágicos... y realmente me recuerdan a menudo al Chavo del Ocho y la Chilindrina...

Pero ese infantilismo, y esos juegos repetitivos, de pronto se vuelven amenazadores. Estaba leyendo en concreto Fando y Lis, donde Fando se mueve entre la ternura empalagosa y la ira incontrolada y Lis... pobre, inválida, inexpresiva, dura, manipuladora, apaleada Lis vive a merced de Fando, de sus mimos agridulces, de que la encadene para que le cueste más arrastrarse o bien le toque la canción de la Pluma en el tambor, mientras ella se sienta en el carrito... esperando el nuevo brote de ira.

Y si hay muchos momentos agridulces en esta obra, la sonrisa se me heló especialmente en uno:

LIS: - Siempre me pides que te perdone, pero nunca me haces caso.
FANDO: - Es verdad, qué malo soy contigo... (Pausa)
- Además, siempre me dices que me vas a esposar las manos, como si no tuviera bastante con la cadena.
- No, no te esposaré. (Pausa.)
- Nunca me haces caso. Acuérdate de cómo, a veces, cuando no estaba paralítica, me atabas a la cama y me pegabas con la correa.
- Yo no creía que te molestaba.
- Yo bien te lo decía. ¡Cuántas veces te repetí que casi no podía resistir el dño que me hacías!
- Lis, perdóname. No volveré a atarte a la cama pegarte

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