Necesidades básicas

La idea de 'necesidades básicas' es curiosa. Hay quien se contentaría con tener agua que beber, sin caminar ocho kilómetros para obtenerla. Hay quien estaría contento con disponer de agua con sólo caminar ocho kilómetros.

Hablando con ciertos adolescentes, me viene a la memoria la época en que todo era tremendamente urgente, terriblemente necesario. Recuerdo también la época en que trabajaba a diario con adolescentes sobreexcitados hormonalmente, niñas camino a la anorexia y algún que otro freak por en medio... que compensaba el tedio de las mismas preguntas, las mismas respuestas.

Comentarios en el pasillo. Si no lo logro, me muero. Si me ven con X., estoy acabado. Si yo tuviera una talla 46, me pegaría un tiro. Si me mira Fulano, avisa.

Ahora las necesidades son otras, más sofisticadas a veces, impuestas por el ritmo de vida urbano. Por mucho que lo intente, conscientemente, veo que hay toda una rueda que me empuja a gastar. A necesitar más y más dinero, para pagar el comedor del niño, para pagar la hipoteca, para pagar el transporte público (¿por qué los niños pagan menos en Renfe y no en Transports Metropolitans?), para comprar comida... y, sí, vale, para pagarme horas de cíber, uno de los pocos lujos que me sigo permitiendo. Y que cada vez reduzco más, pasando a utilizar las horas de internet en la biblioteca mías y de cierta amiga... aunque quizá no debiera admitir tal irregularidad en mis hábitos.

Y si me permito el lujo de los cibers, en lugar de utilizar estrictamente los pcs gratuitos de la biblioteca y de un par de centros de búsqueda de empleo, es para poder conectarme un rato al Messenger. Mantener el contacto con Mary-Anne, con Velena las pocas veces que aparece, con Imran si logra conectarse entre plato y plato ;), con Guide, para ver sus progresos con el Photoshop. Y, de paso, con un par de ciber-amistades con las que meterme. Luego me gano la fama de arpía y recibo algún que otro mordisco.