1.1.05

01.01.05.

Estos últimos días han pasado demasiadas cosas de las que prefiero no hablar (discusiones familiares, migraña de nuevo, desorientación emocional, depresión que sabía pendiente de estallar y que me tuvo encerrada en casa llorando dos días, búsqueda de fondos para los regalos de reyes de mi hijo sin que se ofrezca quien me había prometido ayuda...). Todo esto fue en la semana entre Nochebuena y Nochevieja, tradicionalmente Mi Semana (con paga extra y sin niño, solía aprovecharla a tope haciendo lo que me apeteciera en el momento) y esta vez fue un contínuo arrastrar los pies y agachar la cabeza. No vaya a ser que me den otro golpe más.

En cambio, esta nochevieja fue, una vez más, extraña, improvisada, entre amigos de amigos... y mágica.

La nochevieja 03/04 me sirvió para reconciliarme con un amigo (O.) al que quiero muchísimo, pero del cual me había ido perdiendo (huraño él, huraña yo, nos extrañábamos pero no lo queríamos reconocer). También sirvió para conocer a la persona que ha ayudado a una amiga a salir del destierro emocional y social en que se había establecido, un chico más joven que ella, que la amaba y aceptaba con todas sus cargas económicas, emocionales, familiares... y para que este grupito de extraños, con sólo dos amigos míos en la casa, me hicieran olvidar durante unas horas mi reciente separación, y hasta lograron hacerme reír y cantar... sin necesidad de las borracheras autodestructivas a las que me estaba acostumbrando. Estuvimos juntos desde las 3 de la tarde hasta bien entrada la mañana siguiente en casa de M., poquito a poco, siestas, sobremesas, buena comida, juegos intelectuales y otros tontos, tontos. Anoche O. me mandó un mensaje recordándome esa noche. O. cenaba solo, una noche más, envuelto en su propio personaje.

Esta vez cambié de año en casa de M., con otras tres mujeres solas, luchadoras, con hijos y con historias de malos tratos a sus espaldas. Suena fatal... lo sé, pero sólo M. sabía lo que nos unía a todas . Hasta que empezamos a bailar la música que había preparado M., y con el típico (pero inevitable en nuestras reuniones) I will survive yo empecé a hacer gala de mi histrionismo escénico y acabé contagiando a todas en una catarsis que acabó con risas y lágrimas. A partir de ahí nos entendimos sin necesidad de hablarlo, miramos a M., que sonreía cual gato de Cheshire, y su guiño me confirmó que esperaba que yo provocara algo con la canción. No en vano me había estado obligando a comer algo el día antes, y cogiendome del brazo cuando me fallaban las fuerzas y me sentía caer, y mis 'renacimientos' tras cada migraña tienden a ser así, exhuberantes, catárticos.

Pero una vez más se trató de un plan de última hora: debido a mi migraña acepté desestimar el primer plan, cena en casa de colegas de petardeo y luego fiesta tecno en algún garito semioculto del raval... Hace meses que tengo pendiente una noche con esta gente, especialmente con X.

El plan de ultimísima hora, en cambio, no lo acepté. NW me llamó en uno de sus raptos de tremendo enamoramiento, necesitaba pasar la nochevieja conmigo... como no lo acepté, pese a sus ruegos, promesas y cantos vía teléfono (con su Barry White lo solía conseguir, pero esta vez ya no) dijo que cenaría solo, con una foto mía en la mesa, y pensando en mí. Y yo me lo creo. Ja.

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