Por algún motivo, mientras estaba ojeando Infojobs una vez más, mi mente estaba patrullando las Ramblas a principio de los 90, con el Sargento Waldo.
Waldo es un auténtico personaje salido de mis sueños. Existe en la vida real, y de hecho interactuamos a menudo -cada vez menos, pues las últimas veces que nos encontramos fueron desagradables para Hugo, quien no está preparado para según qué estados mentales.
Waldo es chileno. Pintor. Oveja negra de familia bien. Hermano de juez, de cirujano... y deambulando por el Gótico con un zapato de cada color y aspecto pordiosero. Es su 'difraz, para que no entiendan a quién tienen delante, y descartar a gente inútil que no me aportará nada'.
Waldo habla muchos idiomas. A menudo, y según su estado mental, los habla a la vez. Conmigo el problema empieza cuando intercala expresiones alemanas, aunque entre el ochentaymuchos y el noventaypocos tuvimos una época de hermanamiento que me hacía entenderle incluso cuando no reconocía el idioma al que había pasado.
Waldo ha resucitado varias veces.
Ha sobrevivido un ataque de skins confundiendo al Sargento Waldo 'con un mendigo cuaquiera, al estar reposando en el suelo', y los 'huevones me clavaron una navaja, pero no creían que un viejo como yo iba a llevar esta hebilla' y al gritar increpándoles los hizo escapar, quedando sólo con una pierna rota y un humor de perros cada vez que la ambulancia tenía que subir a su casa arrastrarle a las sesiones de recuperación.
También desapareció un largo rato de las calles y de nuestros bares, en una época alcoholizada y con problemas hepáticos, y corrió el rumor de que había sido ingresado de urgencias y con mal pronóstico. De repente, tras una operación y largo reposo volvió a aparecer, más sano que nunca e increpando a los coches que hacían más caso a los semáforos que al humano que no quería detener su paso porque sabía a dónde iba.
A veces pienso en Waldo.
Echo de menos su compañía, su conversación. Si nos cruzamos estando sola, y si me reconoce en ese momento, tomamos unos tés y hablamos de los encargos que ha 'producido' y los tesoros que hemos encontrado en los Encantes.
Pero si voy acompañada de mi hijo, he comprobado que debo ser otra más de las nenas hinchapelotas que siguen su camino, ignorando al Sargento.
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