Hace un par de años, cenando en una pizzeria Hugo,Marta -compañera de estudios en la facultad de Filosofía- y yo.
Marta: ¿Qué tal el cole, Hugo?
Hugo: Bien. Mal.
Marta: Ya estamos. ¿Qué pasa, Hugo? ¿qué pasa con el cole?
Hugo: Es que hay números que me dan miedo.
Marta [mirándome de reojo, con su sonrisa de 'Influencia de Áurea a la vista']: ¿Te han hecho algo?
Hugo: NO. Son malos, ¿no lo entiendes? Son...¡¡¡malos!!!
Marta y yo: ...?
Hugo: El 2, el 4, el 6, y todos esos están bien. Son normales, a veces buenos. No dan miedo. Pero el 1, el 3, el 5... [hace el gesto de estremecerse, acompañado de sonidos tipo 'brrgrrrrmbrrgfll'] NO PUEDO MÁS, me dan miedo
Marta y yo: ...aha...
Hugo: Y la seño no me deja saltármelos
Hugo: Y se enfada
Hugo: Pero hay una solución: si juntas dos malos, hacen uno bueno.
[Pausa para beberme un buen trago de vino, y dar unas palmadas a Marta para que reaccione]
Marta: Pero si está sacando teorías presocráticas... (...)
De hecho, en esa cena Hugo sacó muchas teorías metafísicas y conclusiones visionarias. Desgraciadamente, no recuerdo más, y creo [que mi imaginación hace ] olvidar los comentarios más significativos.
Y si recuerdo tan claramente lo de los números malos, es porque es un tema recurrente en Hugo. Teme a los impares.
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