Últimamente acarreo a todas partes mi tesoro: 5 libros en un volumen de la Guía del Autoestopista Galáctico.
Lo voy leyendo despacio, a ratitos, para que me dure más tiempo (especialmente teniendo en cuenta que el primer libro de la saga lo he leído dos veces y dos medias, pero eso es otra historia). En eso estaba cuando me di cuenta de que el autobús estaba ya en el barrio de mis alumnos, y viendo que llegaba a mi parada, cerré el libro y corrí a bajarme antes de que cerraran las puertas, porque ya me he pasado de parada más de una y más de diez veces por estar con las narices metidas en un libro.
Bajo del autobús, me encamino a la plaza donde viven mis alumnos y... ¡no estaba su edificio!
¿Qué?
W-w-w-what?!
W-w-w-what?!
Vuelvo atrás, miro el nombre de la calle por la que venía, y era la correcta. Miro a mi alrededor y estoy a la altura adecuada (ese banco, la tienda aquélla, sí, sí, es por donde suelo venir).
Nada, se me habrá ido la olla.
Vuelvo a recorrer mis pasos, y giro la esquina de la plaza. Allí estárá el edificio, la fila de pisos donde...
No.
Aquí os tendría que explicar que nunca me fijé en el nombre de la plaza donde viven, porque el primer día me fui con un mapita que me imprimí con su dirección, parada de metro más o menos cercana y parada de bus a pocos metros y desde entonces me rijo por "la segunda parada de tal calle, y gira a la plaza" y normalmente me va bien. Si no me paso de parada por estar leyendo, y tengo que volver hacia atrás.
También tendría que deciros que todo esto lo hacía a toda prisa, porque llegaba ya algo tarde a la clase, como había avisado, debido a la fiesta pre-Sant Jordidel curro. Así que iba y venía por los mismos 100 - 200 metros con cara de loca, caminando deprisa y con tres rosas en la mano.
Sí.
Es entonces cuando caí que las tiendas no eran las de cada cía que daba clases allí, pero me sonaban.
Me habré pasado de parada y ésta es una plaza distinta, más arriba.
Volví atrás, pasé por delante de la parada de bus de nuevo, y seguí bajando la calle hasta darme cuenta de que era imposible, que tan abajo no pillaba.
Empecé a reirme yo sola imaginando que el bus me había llevado a una Barcelona paralela, empecé a entender que me tendría que fijar en el nombre de la plaza para poder preguntarle las señas a alguien, y empecé a pensar que tendría que llamar a mis alumnos pidiendo socorro, como cuando me perdía de camino a mi casa en Gracia y tenía que llamar a Joan. Pero eso, también, es otra historia.
Y de pronto caí: NO había bajado ni en mi parada, ni en la siguiente, sino en la anterior! Fin del misterio, no voy a descubrir nada que pueda divulgar en Redes, pero sí sirve de anécdota para el blog.
Todo me sonaba de pasar por delante con el autobús, o de alguna vez que había bajado caminando un poco más al salir de la clase, pero estaba a varias manzanas del la plaza que buscaba.
Cuyo nombre todavía no he mirado.
Pero que me empiece a quedar
¡Feliz día del libro!
Y, como curiosidad que viene a cuento, un breve reportaje del viaje que hace el libro desde que es una idea en la mente del escritor hasta las librerías:
El viaje de un libro, TV3 (en catalán)
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