19.3.09

Es tan fácil alegrarme el día

Esta tarde, de camino a la biblioteca para recoger a Hugo, pasé por una callejuela donde jugaban dos niñas de unos 10 años. A una la conozco desde hace unos años, aunque sólo nos veamos 2 o 3 veces por año, cuando echo una mano en las fiestas del colegio al que iba Hugo. Se nos hace raro vernos fuera del colegio, aunque allí siempre me trata como su amiga y me presenta a otras chicas de su clase. A la otra la reconocí como una amiga nueva que me había presentado, y que sólo había visto un par de veces porque era nueva en el cole.

Me saludan a gritos:

#1: HOLA!!! ¿Eres la madre de Hugo?

-Sí, ya lo sabes :)

#1: ¿Ya no vas al colegio?

(quiere decir, a ayudar en las fiestas ;-)

-No, desde el torneo no he vuelto.

#2: ¡¡¡USTED ME AYUDÓ A CONSTRUIRME UNA CABAÑA EN LA EXCURSIÓN AL CAMPO!!! :D

Se me había olvidado casi aquella excursión donde una de las actividades consistió en crear "cabañas naturales" por grupos. Y hasta que lo dijo la niña "nueva", radiante, no recordaba que dejé al grupo de Hugo y sus amigos y fui a ver a una niña pakistaní que estaba sola, al lado de una especie de vivac a medio construír. Cogimos helechos y hojas secas, cubrimos el techo y dos paredes completas del refugio, y arreglamos las ramas secas para que definieran mejor las paredes. Cuando volvieron a pasar por allí sus amigas, nos guiñamos el ojo y me marché, para que pareciera que lo había acabado ella.

Y todo esto, el encuentro y la complicidad entre dos desconocidas que quedó grabado en la memoria de esta niña porque fue la manera en que nos conocimos, casi se me olvida.
Pero ya no
.

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