Uno de mis pasatiempos favoritos desde hace años es mirar
a personas aleatorias, en el transporte público o por la calle, y
tratar de imaginar qué es lo que me enamoraría de esa persona. A qué rasgo o gesto le cogería un cariño especial si esa persona fuera mi amiga, amante o pareja.
Lo de que sean aleatorias es importante: edad, sexo, aspecto, identidad política adivinable… Es importante porque cada persona es única, y mi pasatiempo es descubrir qué hace única a esa persona, en esos minutos que puedo dedicar a observarla.
Puede ser ese remolino en el pelo, que se aplasta cuando cree que nadie le ve. Esa manera decidida de encasquetarse la gorra cada día antes de salir de casa… La gorra que le regaló su hermano hace seis años, y que lleva a diario en su memoria.
Puede ser esa manera de caminar, rápida y decidida pese
a una ligera cojera que sólo notas si te fijas. O ese abstraerse del
entorno y crear un mundo propio mirando por la ventana.
Puede ser ese tic en el ojo. Esas
orejas algo alargadas, que muestran su edad avanzada pero tienen una
piel tersa en los lóbulos. Puede ser el cariño con el que toma la mano
de su esposo.
Puede
ser esa mirada de complicidad, no desviar la mirada y sonreir. Esa
curiosidad natural con la que pasas a ser tú la persona estudiada. Ese reconocerte en la otra persona.
Puede
ser la típica cosa que te molestaría en cualquier persona menos en
ésta… Su manera obsesiva de limpiar el asiento antes de sentarse. Su
mirada arrogante. Su terquedad en esa conversación con su amigo, donde no da respiro hasta que le den la razón… ¡mira cómo insiste! ¡no cambiará nunca!
Puede ser su cara de cansancio. Ver que no puede más, pero alguien le pregunta la hora y trata de sonreir. Puede ser esa respuesta detallada a su peque, en lugar de decir que se calle. Puede ser la relación entre su peque y ella.
Puede ser ese ajustarse las gafas para ver mejor. Ese alejar el periódico a un metro de distancia para leer las noticias, o ese acercarse el móvil a la nariz sin darse cuenta. Esa concentración absoluta, obviando todo el ajetreo exterior, mientras lee.
Puede ser esa coquetería, salir recién peinada a la calle, asegurarse de estar impecable antes de exponerse al mundo. Esa sonrisita amarga. Ese perderse en sus pensamientos y que sus gestos reflejen su hilo mental.
O puede ser la manera en que se le forman esos surcos en la frente, de tanto fruncir el ceño. Ese gesto del cual no es consciente, pero que siempre asocias con él.
Cada vez que logro ver a una persona con ojos de enamorada, me dejo llevar imaginando la historia que hay detrás de
ese gesto, esa prenda de ropa, ese yeso en el brazo. Me imagino
conversaciones y voy quedando más y más convencida de que el rasgo que
le hace una persona única es ése… hasta que mi mirada empieza a vagar de
nuevo por la multitud y tropezando con un nuevo ser único.
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